Buenos días a todos, ¿como se os presenta la semana? Yo como podéis ver retomando el blog, que después de una pausa y unos meses de reflexión he decidido volver. Creedme cuando os digo que me ha costado mucho decidir si seguía con él, porque en el último año han pasado mil cosas y las ganas habían menguado, pero sin duda alguna no podía separarme de este «hijo» que he creado, y mucho menos de vosotros, que sois los que me dáis la fuerza para que cada día siga adelante en este mundo.
Nadie me dijo en un principio que tener un blog sería fácil. Pero sin duda alguna, con la gente adecuada a mi alrededor, esto seguirá adelante. Muchas cosas andan rondando mi mente. Muchas ideas que quiero que tomen forma, pero sobre todo, proyectos que quiero sacar adelante y en los cuales espero que me aproyéis.
Me gustaría contaros los motivos que me han llevado a estar alejada del mundo blogger, pero prefiero guardarlos para mi y dejarlos en un cajón oscuro, dado que no fueron los mejores momentos de mi vida.
Ahora que sí estoy en un momento lleno de alegria, de risas, de esperanzas, de ilusiones y de muchas ganas por luchar por lo que quiero, es por lo que quiero volver a estar a vuestro lado.
El post de hoy no es de moda ni de belleza, es un post de reflexión, un post que tenía ganas de escribir desde hace semanas, por no decir meses.
A veces la vida nos tiene preparadas cosas que no nos esperamos, y tenemos que tomar decisiones dolorosas. Pero esas decisiones pueden marcar un antes y un después en nuestras vidas. Está en nuestras manos tomarlas y decidir que camino seguir.
La decisión que tuve que tomar yo